Cuando los coches tenian alma
Cómo extraño esa época, cuando el rugido de un motor te erizaba la piel, cuando las marchas se sentían en el alma y no en una pantalla táctil. Hecho de menos el tiempo en el que un coche no se medía por su autonomía, sino por las sonrisas que te sacaba por kilómetro. Cuando la ficha técnica era lo de menos y lo importante era cómo te hacía sentir al volante. Cómo extraño esa época, en la que los coches no se conectaban al móvil, sino a tu corazón. Hecho de menos cuando el diseño no era aerodinámicamente correcto, sino artísticamente perfecto. Cuando los faros parecían ojos y los coches tenían cara. Cuando un escape te hablaba más claro que cualquier asistente de voz. Cuando un volante era más que un sensor. Cuando un coche no era una app sobre ruedas, era tu compañero de vida.
